La experiencia Marina Abramovic

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El cuerpo como protagonista de la experiencia estética.

Marina Abramovic es conocida por sus performances donde aparecen elementos como cuchillos, objetos punzantes, látigos y armas de fuego. La misma artista pone el cuerpo, como elemento constitutivo crucial de la obra y se deja llevar por el trayecto del dolor. ¿Son prácticas masoquistas por parte de la artista?, ¿o sádicas desde el punto de vista de los espectadores?, ¿ambas?, ¿o solo provocación?


Su primera performance fue expuesta en el año 1973. Se tituló «Ritmo 10» y consistía en filmarse a ella misma, mientras jugaba a clavar un cuchillo entre la distancia de los dedos de su mano, que se encontraba apoyada y abierta sobre una mesa En varios intentos se lastimó, por lo que en la performance pueden verse sus dedos ensangrentados.


Esta es la primera de muchas obras más donde la artista juega con los límites y trabaja con el sufrimiento de los cuerpos.


Durante los años 70, se había vuelto conocida junto a quien luego sería su pareja, Uwe Laysiepen. Ambos eran coautores de muchas obras donde ponían sus cuerpos desnudos, se exponían a situaciones extremas frente al público.
En el año 1974, expone «Ritmo 0». Esta acción consistió en presentarse ella misma ante un público, con una mesa llena de objetos e invitando a los participantes a hacer con ella lo que quisieran.

Ritmo 0, de Marina Abramovic


¿Qué terminó sucediendo? El accionar de los espectadores se tornó cada vez más violento, desde desnudarla, clavarle una escarapela en los senos, pincharla con agujas hasta envolverla en un plástico y dejarla tirada en el piso.
¿Qué intenta trasmitir Marina Abramovic?, ¿tal vez hasta dónde es capaz de llegar el sadismo humano? En varias ocasiones, la autora sostuvo que quería indagar en la relación entre el público y el artista, observar hasta dónde podían llegar sus espectadores, y su conclusión fue que si ellos lo deseaban podían matarla.


En el 2015, Abramovic tuvo una participación importante en la Bienal Performance llevada a cabo en la ciudad de Buenos Aires. Muchísima gente hizo cola para formar parte de su whorkshop en el centro de experimentación de la USAM (Universidad Nacional de San Martín). Alrededor de 300 personas llegaron a entrar, se les indicó que se acostaran sobre unas camas elásticas, donde cubrieron sus cuerpos y se coloraron auriculares en las orejas. A través de ellos escucharon las consignas que deberían seguir, eran acciones mecánicas dentro de la sala. Los participantes tuvieron reacciones diferentes: algunos lloraron, otros se abrazaron entre sí y otros se tiraron al piso.

Marina Abramovic en la Bienal Performance

Abramovic guiaba toda la performance como si se tratase de una especie de experimento donde los participantes eran sus conejillos de indias y ella observaba su comportamiento. Muchos de los participantes dijeron haber llegado, incluso, a un estado meditativo.


Estas obras nos abren toda una serie de interrogantes en torno a cuál es el límite que debe tener el arte (si es que debe existir uno) a la hora de crear y luego trasmitirlo al mundo. Si existe o no un punto de sadomasoquismo por parte del autor o la autora, si importa o no la moral con tal de producir una pieza artística.


Existe mucha polémica en torno a la figura de esta artista, a la veracidad de algunas de sus acciones performáticas, a su mensaje que, a algunas personas por fuera del circuito artístico, les es indescifrable.


Lo cierto es que muchas de las obras de Abramovic logran reflejar los difusos que son los límites, la violencia escondida en muchos sujetos y lo que se es capaz de hacer un humano frente a un cuerpo vulnerable.

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